sábado, 6 de febrero de 2010

VIII.

El cuadro era el mundialmente conocido “La virgen del canónigo Van der Paele” obra de Jan Van Eyck, el famoso pintor al óleo gótico. Que extraño - se dijo – ¿que tendrá que ver Jan Van Eyck con la iglesia de San Mario? Bajó un poco más en la página y encontró dos notas al pie de las fotos. La que Agua ya había visto en el museo ponía: “Hijo del noble costeador de la iglesia, perteneciente a la familia Lago, una de las familias nobles más importantes de la época, con la única copia de la llave de acceso a esta”. En la imagen del cuadro ponía: “Cuadro del conocido artista Jan Van Eyck, autor de muchas obras conocidas en nuestro tiempo como el “Matrimonio Arnolfini” o “La adoración del cordero místico”, esta última realizada junto a su hermano. Se cree que la familia Lago tenía gran relación con los hermanos Van Eyck, y que la iglesia de San Mario Marítimo estaba decorada con pinturas de los artistas, además de poseer algunas copias de sus obras más famosas, como esta de “La virgen del canónigo Van der Paele”. Esto nunca ha sido confirmado, debido a la imposibilidad de acceder a la iglesia, a causa de la prohibición del único descendiente vivo de la familia Lago. En cualquier caso, se considera que esta afirmación no es cierta, ya que las únicas fotos que se conservan de su interior, sacadas por un amigo de los descendientes de la familia, no muestran ninguna pintura.”
Agua se quedó asombrada. ¡Así que la iglesia era propiedad de un descendiente de la familia Lago! ¿Sería el hombre que había visto entrar durante su estancia en el pueblo? Era muy posible, pero ¿Por qué nadie sabía nada de él, y por qué parecía que ocultaba algo? Se quedó un rato anonadada pensando en todo esto, hasta que oyó a sus tripas rugir de hambre. Sacudió la cabeza para salir de su ensimismamiento y fue al supermercado en busca de algo comestible. Una vez en casa devoró un bocadillo de chorizo con una coca-cola, e intentó limpiar el libro manchado por la ensaladilla sin mucho éxito. Odiaba que se rompiese un libro o que se manchase. Para ella eran sagrados, y por eso era insoportable para ella verlos en esas condiciones. Debía recordar no volver a meter en el mismo bolsillo un libro con comida.
Al día siguiente se levantó temprano. Qué ganas, y a la vez qué pereza de volver a clase. Se vistió con lo más cómodo que tenía en el armario y desayunó leche con tostadas. Y así empezó la semana, y antes de darse cuenta ya era sábado. Nunca le había costado tanto centrarse en las clases. Su mente estaba muy lejos de allí, en el pueblo, preguntándose qué sería lo que escondía la iglesia. Sus amigos se habían dado cuenta de su abstracción y le preguntaron si le pasaba algo: - No, solo estoy distraída - contesto. Pero era más que eso, estaba ausente. Incluso, lo que ocupaba su mente durante el día se había trasladado a sus sueños: soñaba todas las noches que iba hasta la iglesia e intentaba abrir la puerta principal con desesperación, pero estaba cerrada. Entonces se subía a un árbol para intentar asomarse a una de sus expléndidas vidrieras, pero entonces se caía y despertaba con la respiración entrecortada.
Desistiera ante la posibilidad de olvidar el tema. La curiosidad y el ansia de descubrir lo que se ocultaba en su pueblo había echado raíces en su interior, y ya era imposible arrancarlas. Ni siquiera sabía si había algo que descubrir, pero de todos modos no pararía hasta por lo menos poder entrar en la iglesia.
El primer paso: encontrar al heredero de la familia Lago.

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