viernes, 5 de marzo de 2010

XIII.

Jacques Lago abrió la puerta de su casa tras haber pasado, como cada martes, varias horas en su pequeño gran lugar secreto que revivía su más tierna faceta. Ya era tarde, y pensó prepararse un café para dar sabor a su pequeño rato de lectura en cama.

- Johann, ¿qué haces despierto a estas horas? - preguntó Jacques, temeroso.

- Padre, creo que de la pesca se está convirtiendo en obsesión...¡más de cinco horas!, y el martes pasado fue lo mismo...¿Y esa llave? - dijo Johann, impresionado por su belleza.

- Mmmh...- Jacques dudó. No había escondido la llave, pues no esperaba encontrar a su hijo despierto. ¿Acaso era el momento de vomitar el gran secreto? - es...la llave de...es que, no sabes...la iglesia del pueblo es...quiero decir, tiene un pequeño secreto...sí, eso, tiene una especie de alpende donde guardo todos los enseres de pescar y...pues eso, es la llave que lo abre. - Mintió, incapaz.

- Ah...nunca lo habías dicho...¿la compraste o...?- No recordaba el verbo que quería.

- Bueno, ehm, sí...algo así. Ya te contaré todo, hace tiempo que no venías y, claro, hay novedades. Creo que eso también ha influido en tu dominio del idioma...te buscaré un profesor de castellano para este verano, ¿sí?. ¡No, mejor una chica, sí, una muchacha, y así aprovechas el verano...¿eh, pillín? - y guiñó un ojo - Siempre he querido que vivieras aquí, con nosotros, y una chica puede ayudarme a conseguirlo. - bromeó.

- Siempre dices igual, padre. Me cansas, de verdad...me encanta Berlín, sabes perfectamente que siempre he querido estudiar y vivir allí.

- ¡¡Pero eso no quiere decir que no puedas visitarnos!!.

- No levantes tanto la voz, ¿eres...perdón, estás loco?. Madre duerme.

- Madre opina lo mismo que yo.

- Bueno, dejémonos de pamplinas que no he venido a discutir. Pediste que fuera...

- ...Que vinieras.

- Tanto da, ya me entiendes; estoy aquí. Es lo que querías, ¿no?. Aquí me tienes. Un perfecto verano podría pasar con mis colegas y aquí estoy. Un lugar donde no conozco a nadie.

- Ya harás amigos...ahora vuelve mucha juventud de las universidades, de tu misma edad. El pueblo es distinto en verano...pero claro, es el primer verano de tu vida que pasas aquí. Tienes que conocer a mucha gente, y ya verás como quieres volver el año que viene.

- Sí, ¡seguro, seguro! - respondió Johann sarcástico. Se levantó y llevó su taza de café al fregadero, encima del cual estaba la ventana. Cerca del mar, a lo lejos, vio a una joven sentada.

- ¿Qué tal te va la carrera, por cierto?.

- Eh...bien, bien. Padre...¿conoces a aquella chica?. No se ve muy bien pero...

- No distingo nada, las gafas están en la habitación, sólo veo una silueta negra. ¿Por qué?.

- Ehm...creo que es una muchacha que vino a preguntar de ti esta tarde...

- ¿Ah, sí? Qué raro. Ya sé : seguro que era una excusa para verte...- rió.- O no.- dijo, ahora más serio. ¿Te dijo su nombre?.

- No, pero me contó que volvería mañana, bueno hoy, porque son las doce y un minuto. ¿Por qué, pasa algo?. Estás serio.

- ¡Madre mía, qué tarde!. No, nada. Hablamos mañana, buenas noches, acuéstate tú también.

- Sí, padre, buenas noches.

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