jueves, 28 de enero de 2010

II.

Despues de preparar la maleta se tira en la cama agotada. Mañana por fin podría descansar.
Lo malo del pueblo era su predecibilidad. Sabía exactamente lo que pasaría al llegar a casa: Su madre le preguntaría que tal el viaje y a continuación pasaría a dar una detallada descripción de todos los chismes que se hubiese perdido en su ausencia, mientras su abuela, al ver sus profundas ojeras, despotricaría sobre los profesores universitarios que solo hacen poner trabajo y más trabajo a sus alumnos. Los vecinos más amables le preguntarían si ya se había hechado novio ,como si no tuviera nada más en que preocuparse, y los más egoístas preguntarían que tal la carrera, ansiosos por oir un mal por respuesta, indignados si por el contrario contestabas con un bien, como si tu desgracia pudiese mejorarles la vida. Agua diría a cada uno lo que quería oir, a excepcion de los vecinos que esperaban que todo le fuese mal, ya que no acostumbraba a mentir.
Pero una vez superada esta incomodidad inicial, en la que se sentía como en un interrogatorio realizado a cabo por varias personas y casi siempre con las mismas preguntas, todo sería mucho más relajante. Podría pasar el tiempo leyendo en la playa, con el familiar aroma de la brisa del mar, o pasear por la iglesia de estilo gótico, el único monumento histórico del pueblo.

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